Dicen que no saben qué hacer con el The New York Times Sunday Magazine

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Las revistas dominicales de los diarios no están en crisis.
Quienes estamos en crisis somos los periodistas.
Ignoramos que los Sunday Magazines más recientes nacieron como soportes para la publicidad en color que nuestras rotativas no podían imprimir con la calidad que pedían los anunciantes.
El Sunday Times de Londres fue el primero en explotar esa posibilidad y tuvo tanto éxito que muy pronto las revistas dominicales pasaron a ser un elemento más de la oferta del fin de semana.
Pero muchos olvidan que fue el venerable Joseph Pulitzer quien «inventó» este tipo de publicación.
Y lo hizo para poder publicar fotos, ilustraciones y fotografías con el color que no se podía imprimir en las ediciones diarias.
Parecerá una perogrullada pero Joseph Pulitzer y sus editores si sabrían qué hacer con The New York Times Sunday Magazine.
Harían periodismo puro y duro, más allá del esteticismo decadente y formal de revistas que aparentan mucho y son poca cosa.
Harían periodismo visual ingenioso, irreverente y provocador al estilo de aquel entrañable The World on Sunday (1998-1911) cuyas páginas siguen siendo hoy una fuente de inspiración y de Periodismo Caviar.
Me temo, sin embargo, que les aconsejen «ahorrarse» la edición impresa y reconvertirla en una versión digital para tabletas.
Como si el problema fuera el soporte, la tecnología o el envase.
La solución, queridos amigos, está en el vino, no en la botella.
Y lo que hoy está en crisis es la baja calidad de lo que se embotella con lujosas etiquetas impresas o digitales.
Aquí lo que se ha agotado es el vino, las ideas, la creatividad y las ganas de hacer periodismo.

El fundador de Amazon compra The Washington Post (2): lo viejo

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Mi segunda reflexión es que los diarios nacen, mueren, se compran  y se venden como ocurre en todos los negocios.
Por tanto, calma.
La Prensa de Buenos Aires era el mejor diario de Latinoamérica y en realidad ya no existe.
Los Gainza lo vendieron.
Jornal do Brasil era el mejor diario del mundo en lengua portuguesa y en realidad ya no existe.
Los Nascimento Brito lo vendieron.
The World de Pulitzer murió.
Los diarios de Hearst dejaron de existir.
Lo mismo ocurrió con otro gigante como The New York Herald.
Park Row en Nueva York o Fleet Street en Londres dejaron de ser lo que fueron.
En España tuvimos dos grandes diarios llamados El Sol que lo fueron hasta que dejaron de publicarse.
Y así en todos los países, en todos los mercados y en todos los tiempos.
Por tanto las muertes de diarios no son epidémicas.
Cada una de ellas se explica por si misma.
La «fiebre amarilla» de los diarios es un explicación demasiado fácil.
Y la crisis de The Washington Post es un buen ejemplo.
Trataré de explicar en próximos posts las causas de esa decadencia, empezando con el final de una dinastía que compró el Post en los años 1930 y hasta poco antes de la muerte del esposo de Kay Graham fue un diario republicano, ultraconservador, de poca relevancia y nulo prestigio.
Con la llegada de Kay Graham, Ben Bradlee, Howard Simmons, Barry Sussman y toda una nueva generación de grandes periodistas, The Washington Post llegó a ser lo que nunca había sido: un diario independiente, liberal y muy rentable.
¿A qué se debe su decadencia?