Algún despistado dice ahora que los periódicos no están para «dar noticias».
Querrá decir en sus versiones impresas, aunque si son exclusivas no veo por qué deban renunciar a un género tan noble.
Digo esto porque salvo las grandes agencias de noticias mundiales, todavía no hay ningún otro gran medio que tenga la capacidad de «fuego noticioso» como la redacción de un diario.
La radio y la televisión siguen viviendo de la artillería de los periódicos, de sus reporteros, corresponsales y enviados especiales.
Las redes sociales no son más que un amplificador de noticias que muchas veces proceden de nuestras redacciones, aunque muchas veces sea el público quien las descubre; pero aun en esos casos los lectores buscarán en las grandes marcas periodísticas el respaldo y confirmación de lo que puediera ser tan sólo ruido y humo.
Pensar que las redacciones de periódicos han perdido la agilidad de antaño es una memez.
Basta ver como hoy en las nuevas redacciones multimedia las «breaking news» son un torrente que alimenta no la versión impresa pero si todas nuestras plataformas de información instantánea: webs, celulares, apps, cuentas en las redes sociales, radio o televisión.
Y tengo para mi que as redacciones de los diarios morirían si esa savia informativa dejara de fluir por sus venas.
Escribo todo esto al ver hoy esta foto entrañable y reveladora de Associated Press.

Nueva York, abril de 1912: la gente se congrega ante la sede del New York American para leer, en una gran pizarra, los nombres y apellidos de los supervivientes del Titanic y las últimas noticias del naufragio.
Pues, bien señores y señoras: hoy seguimos haciendo lo mismo pero por otros medios.
Más rápido y mejor.
Difundiendo textos, imágenes y sonidos casi en simultáneo.
Y llegando a más gente que nunca.
24/7
En Nueva York y fuera de Nueva York.
En todo el mundo.
Con la misma velocidad, precisión y fiabilidad.
Haciendo periodismo instantáneo en esta maravillosa galaxia de nuevos medios de difusión inmediata.
Y, además, explicando, analizando y valorando como nadie, al día siguiente en el papel, su significado e importancia, sus causas y consecuencias…
Dicho esto, lo demás me parece que es discutir sobre el sexo de los ángeles.
O estar fuera de la realidad.
Cómo matar los diarios impresos…3
Viví hace años la larga e incabable agonía de Juan Pablo II en un diario norteamericano.
Una noche, como todas las noches, su director me decía fustrado y abatido:
«Pido a Dios que se lo lleve porque su agonía nos pone en evidencia»
Razón tenía porque, se quejaba, «¿qué demonios vamos a publicar mañana que ya no hayan visto, oído o leído nuestros lectores el día anterior y durante la madrugada cuando nuestras rotativas imprimen un diario ya superado por los acontecimientos?»
Buena pregunta.
Todo eso, sin embargo, no es nuevo.
Primero creyeron los diarios que las webs no eran competencia porque sólo colgaban las versiones online de las ediciones impresas.
Pero llegó Google News y todo cambió: nuestros lectores podían seguir las «últimas noticias» en tiempo real, las propias y las ajenas, las locales y las internacionales.
Todas.
Todo el tiempo.
En cualquier parte.
Luego vinieron otros «agregadores», piratas o no, pero que nos «robaron» las últimas noticias.
Y ahora somos nosotros mismos los que vamos camino de «canabalizarlas» con versiones en tabletas que se actualizan a lo largo del día.
No en una sucesión deslabazada y a veces contradictoria de «flashes» noticiosos.
No.
En versiones que consolidan las noticias y las convierten en historias y análisis.
Periodismo que compagina lo instantáneo con el porqué y el más allá de las noticias.
Algo que tampoco es nuevo porque siempre las buenas agencias de noticias lo hicieron, lo hacen y lo seguirán haciendo.
Y ahí están Associated Press, Reuters o Bloomberg para demostrarlo.
Así que ya me dirán ustedes si no es urgente, vital, estratégico y decisivo el «repensar» el contenido y la estructura de los diarios impresos.
Los diarios del «día después» y no el «diario de ayer»
Ese es el reto.
