Reuniones inacabables.
Desordenadas
Aburridas.
Somníferas
Para «cantar temas».
Y perder el tiempo.
Lo siento, pero he conocido pocos diarios con salas de reuniones eficientes y consejos de redacción apasiomantes.
Primero, el mobiliario.
Parecen comedores.
O salas de Consejos de Administración.
Mesas largas inacabables con el director en un extremo para que la mitad de los que asisten ni siquiera le oigan.
O fórmulas extravagantes como la de estos confortables sofás en el Guardian de Londres.

Con el inconveniente de que suelen asistir muchas personas y muy pocas tienen asiento.
Yo mismo asistí a una de esas reuniones en la que Alan Rusbridger tuvo que estar de pié.
Luego, el método.
Nada es más útil para hacer estas reuniones breves que las «reuniones a la japonesa», es decir, con la gente de pié y sin apoyarse en las paredes.
Eso es lo que hacía Hubert Beuve-Mery en Le Monde.
Cuando empezamos a trabajar en Le Monde, un día Éric Fottorino me llevó a la planta de directores y me enseñó la reliquia del viejo desk del fundador del diario, y una antigua secretaria de Beuve-Mery me hizo esta foto que guardo como iun tesoro.

Sirius era todo menos superficial y convencional, por eso le gustaba tener a todos sus subdirectores y redactores-jejes alrededor del desk: era el único que se sentaba, y no se recuerda que aquellas reuniones duraran más de 15 minutos.
No sigo.
Hoy las reuniones tienen poco sentido.
La planificación debe hacerse por otras vías, por ejemplo, con las Agendas Eletrónicas de los Sistemas Editoriales que apenas se utilizan.
Lo importante no es reunirse sino estar en comunicación permanente.
Para eso las nuevas redacciones integradas son inigualables.
Los SuperDesk en espacios abiertos son una reunión de planificación, supervisión, ideación y comsulta a todas horas.
Para hablar, discutir, opinar y, sobre todo, no burocratizarse.
Y no aburrirse, lo cual es mortal porque sabido es que «redacciones aburridas, hacen diarios aburridos».
Cómo matar los diarios impresos… 29
Vamos a ver, no seré yo quien diga que los fotógrafos tienen que quitarles el pan a los videocámaras del mundo.
Y lo digo porque conocida es mi debilidad y respeto por los fotoperiodistas.
(Y, dicho sea de paso, mi inquina por los «fotógrafos de bodas y bautizos» que también pululan por algunas redacciones)
Pero aqui no estamos ante lo que un maestro célebre del Arte de Cúchares sentenció con el inefable «lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible».
Todo lo contrario.
Me explico.
Hace unos meses en un seminario de diseño tuve la suerte de conocer a un periodista méxicano, antiguo director de fotografía de Reuters, que me salvó de la siguiente «cornada».
Yo acababa de decir lo que digo en el titular de este post, se levantó una mano y un caballero me preguntó con sorna si lo que estaba prooniendo era «perder a un buen fotógrafo para ganar un mal videocámara».
Debí yo titubear porque el mexicano se adelantó y me dijo: si me lo permites le contesto yo.
Y lo hizo con más o menos estas palabras:
Mire usted, mi estimado amigo: nosotros los fotoperiodistas hemos sido entrenados para saber captar imágenes que cuentan historias y, por tanto, le puedo asegurar que en general los fotógrafos de prensa tienen una sensibilidad informativa mucho mayor que el típico videocámara cuyo acceso a la profesión no se hace en redacciones sino en la calle, manejando tecnología, y grabando todo lo que se le pone por delante. Esa diferencia hace que cuando los actuales fotoperiodistas empuñamos videocámaas o con nuestras mismas cámaras de foto grabamos video, lo que consiguemos es de mucho más valor. Por tanto, cuantos más fotoperiodistas hagamos también videoperiodismo, mejor que mejor. Y no me venga usted con lo de que no saben o es muy complicado porque eso que ahora nos piden es lo que llevamos haciendo hace ya muchos años en nuestra vida privada.
El aplauso de la audiencia fue rotundo.
Y yo dije para mis adentros lo que ahora pongo aquí por escrito.
Amén, Amén, Amén.
Cómo matar los diarios impresos… 28
Lo escuché hace años en Time magazine: «todo lo que se pueda graficar, no se escribe».
Punto.
Yo lo tengo muy claro.
Pero en todavía muchas redacciones, no.
Y así les va.
Ignorar, infravalorar o despreciar hoy la infografía es patético y hasta suicida.
Y pensar que los infografistas no son periodistas todavía peor.
Eso mismo decían de los diseñadores, de los fotógrafos y de los ilustradores en general.
Y ahora de los desarrollares que trabajan en y con las redacciones.
Eso lo aprendí en USA Today del bueno de Richard Curtis al que le costaba cabrearse: «Oigan ustedes, los periodistas gráficos no trabajan «para» nosotros sino «con» nosotros, porque son iguales que nosotros».
Simplemente que cuentan historias con otras herramientas periodísticas.
No se si me explico.
Yo, a los que quieren perpetuar un sistema de castas en nuestras redacciones ,les diría que pasen por caja o se jubilen.
Y que no nos hagan perder tiempo, dinero y lectores.
Porque la infografía consigue lo contrario: nos ahorra tiempo, hace vender más y atrae nuevos lectores.
Porque es Periodismo Puro y Duro.
Periodismo Caviar.
Cappichi?
* Aunque ya creo haberlo dicho, todas estas pantallas me las hizo Antonio Martín Hervás, consultor estrella de INNOVATION, periodista donde los haya y periodista gráfico de primera, un crack con quien es un placer trabajar porque consigue que mis mensajes sean claros y directos: porque a veces una imagen vale más que 100 blogs o 100 discursos.
¡Calle, Calle, Calle!
Esta foto tiene mucha historia y encierra una gran lección.
El periodismo se hace en la calle.
Viajando.
Mirando.
Aprendiendo.
Hablando con la gente.
Asómbrandose.
Y contando esas historias.
Palle Huld (1912-2010) fue una actriz danesa que en 1928 ganó una competición orgamizada por el diario Politiken.
El premio consistió en seguir los pasos de Julio Verne con motivo de su centenario.
Y Politken la envió a recorrer el mundo acompañada por el actor Elith Foss.
Tras ese viaje publicaron «Around the World in 44 days» que luego fue tradicido a muchas lernguas.
Esta foto de Huld y Foss de 1930 los muestra en una Nimbus, la motocicleta danesa con sidecar en la que volvieron a viajar por el mundo para contar historias.
Necesitamos más motocicletas con sidecar y menos redacciones hipnotizadas ante las pantallas de computadoras, tabletas y celulares.
Como me decía hace muchos años uno de mis primeros directores:
«Juan Anonio, ¡calle, calle, calle!»
Cómo matar los diarios impresos… 27
Cuando nuestros diarios impresos salen a la calle, todo el pescado está ya vendido.
Así como suena.
Los diarios ya no somos «propietarios de las noticias» dice Gabriel Garcia Márquez.
Pero todavía hay muchas redacciones que no se han enterado.
Y por eso siguen fabricando fiambre.
Haciendo periodismo del día de ayer y no del día después.
Periódicos que nos quieren cobrar por lo que ya sabemos.
¿Noticias exclusivas?
Por supuesto, cuantas mas, mejor.
¿Noticias de segunda mano?
Estamos locos.
Los lectores se dan cuenta.
Y dejan de comprarnos.
Porque ya no somos necesarios.
Ya no somos imprescindibles.
Y no damos nada nuevo.
Lo nuevo es explicar.
Lo nuevo es profundizar.
Lo nuevo es ir más allá de las noticias.
Lo nuevo es añadir valor.
Lo nuevo es contar historias.
¿Más allá de las noticias?
Inteligencia.
Periodismo Caviar.
No todas las fotos son iguales
Ayer Obama y Putin escenificaron en Irlanda del Norte un nuevo y visible encontronazo sobre el conflicto sirio.
Toda la prensa se apresuró a difundir el rictus de enfado entre ambos políticos.
La elección de la foto era clara.
Sin embargo también en esa reunión hubo una foto que mostraba un apretón de manos con sonrisas y un semblante bien distinto al de la primera foto.
Son las dos caras de un mismo encuentro y creo que ambas fotos merecían ser publicadas porque como en los combates de boxeo, al final siempre hay un apretón de manos entre los contendientes.
El periodismo blanco y negro, de buenos y malos, héroes y villanos, vencedores y vencidos, belicistas y pacifistas no suele reflejar bien la realidad.
Ayer hubo dos momentos que merecían ser reflejados.
Pero nos quedamos con el más obvio.
Y la vida es más compleja.
Atención a Influencers, la nueva herramienta editorial de Linkedin

Linkedin es la red social para profesionales más grande del mundo.
Sus páginas digitales albergan más de 225 millones de personas.
Una elite de ejecutivos que ha puesto en jaque a las empresas reclutadoras de talento.
Pero ahora extiende sus brazos digitales al mundo de los contenidos editoriales.
The New York Times, con razón, le teme por ser un inesperado y potencial competidor y hoy escribe con un cierto desdén al que considera con bastante arrogancia un parvenué.
Pero ni aun así se puede ignorar su nueva herramienta de Infuencers: «The News and insights you need to know»
Dos centenares de personalidades de gran relieve han escrito ya para Influencers: Bill Gates, Barack Obama, David Cameeron, Jack Welch y Richard Branson, entre otros.
Por ejemplo no deja de ser impresionante que este artículo de Bill Gates «Las tres cosas que aprendí de Warren Buffett» publicado hace apenas cinco días haya tenido ya más de 1.100.000 lectores.

O que Richard Branson tenga casi dos millones de «seguidores».
A mi juicio se trata de una estrategia inteligente, rentable y temible.
Porque ninguna otra publicación del mundo de los negocios, la economía o las finanzas llega a una masa tan grande y tan «influyente» de profesionales con los cuales establece relaciones de networking.
Su capacidad de segmentar la audiencia de esos Influencers es única en el mundo.
Y crece día a día.
Ignorar o ridiculizar esa presencia es suicida.
Linkedin es para The Wall Street Journal, The New York Times, Bloomberg, Financial Times o The Economist, es ya un competidor formidable.
Y lo hace sirviendo contenidos de calidad para una audiencia de lujo, no con pretextos publicitarios como han hecho, sin éxito Facebook y Twitter, sino irrumpiendo con Periodismo Caviar.
Lapham's Quarterly y The Atlantic Weekly, dos fórmulas para re-inventar revistas: una con un MagBook y la otra con una versión digital para móviles y tabletas
Los que me conocen saben que desde 1978 he sido lector asiduo y entusiasta de dos revistas mensuales norteamericanas: Harper’s y The Atlantic.

Harper’s fue fundada en 1850 y es la segunda revista más antigua que se sigue publicando en Estados Unidos: la otra es Scientific American.
En la primera y de la mano de un director mítico, Lewis Lapham, revolucionó el género de las revistas culturales no elitistas.

(Foto tomada de Work in Progress, la deliciosa newsletter de Farrar, Straus & Giroux)
En esa revista tan tradicional inrodujo nuevas e innovadoras narrativas: desde su Harper’s Index a su mix de pocas y relevantes cover stories con muchas historias encapsuladas en formatos de lectura rápida.

Lapham abandonó Harper’s, después de ser su director por 28 años y ahora publica un trimestral igualmente fascinante que de nuevo encapsula piezas de valor permanente sobre temas monográficos.
En su Laphan’s Quarterly («a magazine of history and ideas») produce verdaderas mini-enciclopedias que son Periodismo Caviar en formato de lo que ahora se llaman MagBooks.
Se publica con el apoyo de la American Agora Foundation, sus oficinas están en Nueva York, son una docena de personas, la suscripción anual cuesta $49 y venden unos 25.000 ejemplares.
Estoy suscrito a sus Quarterly desde 2007 y la llegada de cada ejemplar es siempre una fiesta de buen periodismo.
En el caso de The Atlantic, sus nuevos propietarios la re-invención de la revista ha sido y es un ejemplo de cómo migrar al mundo digital, «desde el papel pero más allá del papel».
The Atlantic Weekly es una app, de momento sólo para dispositivos iOS, que permite leer cada semana en iPhone o iPad una selección semanal de «the best of the best» publicado por el conjunto de redacciones del grupo que incluye ahora varias e innovadoras webs y blogs de gran audiencia.
El toque de distinción del grupo es que, como ya hicieron con el blog de Andrew Sullivan, en The Atlantic creen que son los lectores (y no necesariamente los anunciantes) quienes deben pagar por el trabajo de periodistas de calidad que hacen Periodismo Caviar.
En el caso de Andrew Sullivan, con más de 90.000 seguidores en Twitter, The Dish cuenta en pocas semanas con más de 27.000 suscriptores de pago, miembros de un club exclusivo, a los que llama «nuestro mejor departamento de marketing»
Tan pronto como se independizó de The Atlantic consiguió $333.000 de 12.000 suscriptores en las primeras 24 horas.
Y su objetivo es alcanzar un mínimo anual de $900.000.
Sus lectores pagan $1.99 al mes o $19,99 al año.

Lo mismo hacen ahora con The Atlantic Weekly que se publica los viernes en una versión minimalista de diseño y tipografía exquisitos, con textos largos, atrayentes, bien seleccionados, escritos y editados con primor, y, sobre todo, que se dejan devorar por un lector cansado de «fast food y low cost journalism»
Sin publicidad, la suscripción es: $1,99 por ejemplar, $2,99 al mes o $19,99 al año.

¿Lecciones de todo esto?
El Periodismo Caviar se re-inventa pero no cambia lo esencial.
Nuevos envoltorios para periodismo relevante escrito y diseñado por periodistas de calidad porque, como suelo repetir, «lo que importa no es la botella sino el vino».
Por eso las «cosechas periodísticas» de Lewis Lapham, Andrew Sullivan o The Atlantic siguen siendo marcas que venden y se dejan comprar.
Como debe ser: en versiones impresas y/o digitales.
Innovations in Newspapers World Report, 15th edition
On Wednesday June 5, we will present in Bangkok at the WAN-IFRA World Newspaper Congress the 2013 edition of our Innovations in Newspapers World Report.
This our biggest edition ever.
You can find here all the previous editions.
The 15th edition will be available the same day of the presentation.

"Algunas cosas no pueden ser cubiertas"
Poster para la primera campaña contra la violencia doméstica en Arabia Saudita.
Gran foto.
Gran mensaje.
Gran campaña diseñada por Memac Ogilvy.
El poster forma parte de una campaña patrocionada pro The King Khalid Charitable Foundation que administra la familia del Rey Khalid, que gobernó Arabia Saudita desde 1975 hasta su muerte en 1982.
Una vez más, “show, don’t tell”



